Escribe al ángel de la Iglesia de Filadelfia: Esto es lo que dice el santo, el veraz, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cerrará, el que cierra y nadie abrirá:
fijando nuestra mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien, para obtener la gloria que se le proponía, soportó la cruz, aceptando valientemente la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios.
Te daré las llaves del reino de Dios; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos'.
Él, que es el resplandor de su gloria y la impronta de su ser, sostiene todas las cosas con su palabra poderosa, y, una vez que realizó la purificación de los pecados, se sentó a la derecha de la Majestad en lo más alto del cielo,
y ya no vivo yo, pues es Cristo el que vive en mí. Mi vida presente la vivo en la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Fue crucificado en razón de su flaqueza, pero ahora vive por el poder de Dios. Yo también participo de su debilidad y participaré, frente a vosotros, de su poderosa vida divina.
Y tú, Cafarnaún, ¿crees que te vas a elevar hasta el cielo? ¡Hasta el abismo te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros realizados en ti, duraría hasta el día de hoy.
Y apareció un caballo pajizo, cuyo jinete se llamaba muerte (el abismo le acompañaba). Le fue dado poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con la espada, con el hambre, con la peste y con las fieras de la tierra.
y juró por aquel que vive por los siglos de los siglos -el que creó el cielo y lo que hay en él, la tierra y todo lo que contiene, el mar y todo lo que hay en él-: 'Se acabó el plazo';