¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que se ha complacido en ti, poniéndote sobre el trono de Israel! En su amor eterno a Israel te ha constituido rey, para administrar el derecho y la justicia'.
En cuanto a mí, este misterio me ha sido revelado no porque yo posea una sabiduría superior a la de todos los hombres, sino con el solo objeto de indicar la interpretación al rey y de que tú comprendieras los pensamientos de tu corazón.
Si te obstinas en callar, los judíos encontrarán ayuda y salvación por otra parte, pero tú y la casa de tu padre pereceréis. ¡Y quién sabe si para una circunstancia como ésta no habrás llegado a ser reina!'.
Y continuaba: 'Bendito sea el Señor, Dios de Israel, creador del cielo y de la tierra, que ha dado al rey David un hijo sabio, entendido, sensato y prudente, que está para construir un templo al Señor y un palacio real.