Se lamentaron, lloraron y ayunaron hasta la tarde por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo del Señor y por la casa de Israel, porque habían caído bajo la espada.
Los filisteos lo apresaron, le sacaron los ojos y lo llevaron a Gaza. Lo sujetaron con dos cadenas de bronce y le pusieron a moler el grano en la cárcel.
Todo el mundo vino a invitar a David para que comiera algo, pues todavía era de día; pero David hizo este juramento: 'Que Dios me castigue si como pan o cualquier otra cosa antes de ponerse el sol'.