Al resplandor de su presencia, se encienden carbones de fuego.
Una humareda subía de sus narices y de su boca un fuego destructor; de él salían carbones encendidos.
El Señor tronó desde los cielos, el altísimo hizo sonar su voz.
Y la gloria del Señor aparecía a la vista de los israelitas como un fuego devorador sobre la cima de la montaña.