Ahora, mi señor, por la vida del Señor y por tu propia vida, por el Señor, que te ha impedido derramar sangre y hacerte justicia por tu mano, que tus enemigos y los que intentan hacerte daño corran la misma suerte que Nabal.
Abner gritó a Joab: '¿Devorará siempre la espada? ¿No sabes que el fin puede ser amargo? ¿A qué esperas para decir al pueblo que deje de perseguir a sus hermanos?'.