Joab le contestó: 'Si lo has visto, ¿por qué no lo has matado y tirado al suelo? Yo te hubiera dado diez monedas de plata y un cinturón'.
Lo vio uno y fue a decírselo a Joab: 'He visto a Absalón colgado en una encina'.
Pero el hombre respondió a Joab: 'Aunque me dieras mil monedas de plata, no pondría mi mano sobre el hijo del rey; porque llegó a nuestros oídos la orden que te dio el rey, lo mismo que a Abisay y a Itay, de que se respetara al joven Absalón.
Vosotros sois mis hermanos, hueso mío y carne mía. ¿Por qué sois los últimos en hacer que vuelva el rey?
Mis enemigos me atacan y me arrastran por el suelo, me encierran en estancias tenebrosas, como a aquellos que murieron hace tiempo.
Tal es el destino del que practica la rapiña; su propia avaricia lo mata.