Entonces Yehoyadá hizo salir al hijo del rey y le impuso la corona y las insignias, lo proclamó rey y lo ungió. Y todos aplaudieron y gritaron: '¡Viva el rey!'.
En efecto, hoy ha matado bueyes, animales cebados y ganado menor en gran cantidad y ha invitado a todos los hijos del rey, a los jefes del ejército y a Abiatar, el sacerdote. Están comiendo y bebiendo en su compañía y gritan: ¡Viva el rey Adonías!
Al llegar junto a él, llamó a Daniel con voz angustiada, gritando: 'Daniel, siervo del Dios vivo; tu Dios, a quien sirves con tanta fidelidad, ¿ha logrado librarte de los leones?'.
Entonces aquellos hombres se dijeron: 'No encontraremos contra Daniel ningún motivo de acusación si no lo buscamos en lo que respecta a la ley de su Dios'.
La reina, enterada de las palabras del rey y de sus dignatarios, entró en la sala del convite, rompió el silencio y dijo: '¡Oh rey, vive eternamente! No te turben tus pensamientos ni se te mude el color del semblante.
pero si vuelves a la ciudad y dices a Absalón: Yo seré tu siervo, oh rey, mi señor; antes servía a tu padre, pero ahora te serviré a ti, harás fracasar los planes de Ajitófel.