Fueron pasando los días, y la hija de Súa, la mujer de Judá, murió. Cuando terminó el duelo por ella, Judá subió con su amigo Jirá, el adulamita, al esquileo de su ganado a Timná.
Sus hijos y sus hijas fueron todos a consolarle, pero él rechazó todo consuelo y dijo: 'Quiero bajar de luto a la tumba con mi hijo'. Y su padre lo lloró.
Tus hijos y tus hijas serán entregados a pueblos extranjeros; tus ojos se consumirán mirando cada día hacia el lugar de su destierro, pero tus manos nada podrán hacer.