Después de haber sido bautizada con toda su familia, nos suplicó: 'Si consideráis que soy fiel al Señor, venid y quedaos en mi casa'. Y nos obligó a ello.
Joab se postró rostro en tierra, y bendijo al rey, diciendo: 'Hoy sé que cuento con tu favor, oh rey, mi señor, pues has cumplido el deseo de tu siervo'.