Fueron pasando los días, y la hija de Súa, la mujer de Judá, murió. Cuando terminó el duelo por ella, Judá subió con su amigo Jirá, el adulamita, al esquileo de su ganado a Timná.
He sabido que estás esquilando. Pues bien, tus pastores estuvieron con nosotros; nunca les molestamos ni les faltó nada mientras estuvieron en el Carmelo.