Todo el mundo vino a invitar a David para que comiera algo, pues todavía era de día; pero David hizo este juramento: 'Que Dios me castigue si como pan o cualquier otra cosa antes de ponerse el sol'.
Al séptimo día murió el niño. Los servidores de David tenían miedo de decírselo, pues pensaban: 'Si, cuando el niño vivía, le hablábamos y no quiso escucharnos, ¿cómo le diremos que el niño ha muerto? Hará un desatino'.
Trajeron una piedra y la colocaron en la boca del foso; y el rey la selló con su anillo y con el anillo de sus dignatarios, con el fin de que no pudiese ser mudada la suerte de Daniel.
Sus hijos y sus hijas fueron todos a consolarle, pero él rechazó todo consuelo y dijo: 'Quiero bajar de luto a la tumba con mi hijo'. Y su padre lo lloró.