Yo los reprendí, los maldije, hice azotar a algunos de ellos, les arranqué los cabellos y les hice jurar en el nombre de Dios: 'No caséis a vuestras hijas con extranjeros, y vosotros y vuestros hijos no os caséis con extranjeras.
Por eso ordené que, en cuanto la sombra cubriese las puertas de Jerusalén, la víspera del sábado, se cerrasen las puertas, y que no se abrieran hasta después del sábado; y emplacé junto a las puertas algunos de mis hombres para que no entrase carga alguna en día de sábado.
En efecto, conforme a la palabra del Señor, Janamel, mi primo, vino a verme, al patio de la prisión, y me dijo: 'Compra el campo que tengo en Anatot, en la tierra de Benjamín, porque tú tienes el derecho de propiedad y el de rescate para adquirirlo'. Comprendí que era una orden del Señor,