Cuando el arca llegó al campo de Josué, el de Bet Semes, se detuvo. Allí había una piedra grande. El carro lo hicieron astillas y ofrecieron las vacas en holocausto al Señor.
Ornán dijo a David: 'Tómela mi señor, el rey, y ofrezca en ella lo que le agrade. Mira, ahí están los bueyes para el holocausto; los trillos y el yugo servirán de leña.
Se apartó de Elías, tomó la yunta de bueyes y la inmoló; y con los aperos de los bueyes coció la carne y la repartió a la gente para que la comiera. Luego se levantó, siguió a Elías y fue su servidor.
David levantó allí un altar al Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de reconciliación. Entonces el Señor tuvo misericordia del país y retiró el castigo de Israel.
Me dijo: Permíteme ir, porque tenemos un sacrificio de familia en la ciudad y mis hermanos me han reclamado. Si te parece bien, déjame hacer una escapada para ver a mis hermanos. Por eso no ha venido a la mesa del rey'.
En esto, llegó Saúl del campo detrás de los bueyes, y preguntó: '¿Qué pasa? ¿Por qué lloran?'. Entonces le contaron lo que decían los hombres de Yabés.
Después construirás al Señor, tu Dios, en la cumbre de este cerro, un altar bien preparado. Entonces ofrecerás el toro gordo en holocausto con la leña que habrás cortado'.
Me levantarás un altar de tierra y en él me ofrecerás tus holocaustos, tus sacrificios de reconciliación, tus ovejas y tus bueyes. En cualquier lugar en que yo quiera hacer mi nombre memorable vendré a ti y te bendeciré.
El número de las ratas de oro era igual al de las ciudades de los cinco jefes filisteos, tanto de las ciudades fortificadas como de las ciudades desguarnecidas. La piedra grande sobre la que pusieron el arca del Señor existe todavía hoy en el campo de Josué, el de Bet Semes, como testigo.