Entonces Saúl reconoció la voz de David, y dijo: '¿Es ésta tu voz, hijo mío, David?'. David respondió: 'Sí, mi señor el rey'.
Que el Señor sea el árbitro y juzgue entre nosotros dos. Que él examine y defienda mi causa y me haga justicia librándome de tu mano'.
David refrenó a sus hombres y no les permitió lanzarse sobre Saúl.
Él la reconoció y dijo: '¡Es la túnica de mi hijo! Una bestia feroz lo ha devorado; José ha sido despedazado'.
Cuando David terminó de hablar así, Saúl le dijo: '¿Es ésta tu voz, hijo mío, David?'. Y comenzó a llorar con grandes gritos.