David pasó al extremo opuesto y se detuvo a lo lejos sobre la cumbre de la montaña; había entre ellos un gran trecho.
David refrenó a sus hombres y no les permitió lanzarse sobre Saúl.
Cuando Jotán lo supo, fue a situarse en la cumbre del monte Garizín, levantó su voz y dijo: '¡Oídme, nobles de Siquén, y que Dios os escuche!
David tomó de la cabecera de Saúl la lanza y el jarro de agua y se fueron. Nadie los vio; nadie se dio cuenta; nadie se despertó, pues todos dormían, porque el Señor había hecho caer sobre ellos un profundo sueño.
Entonces David gritó a los soldados y a Abner, hijo de Ner: '¡Abner!, ¿no respondes?'. Abner respondió: '¿Quién eres tú para gritar así al rey?'.