David y toda la casa de Israel iban delante del arca cantando y bailando con todas sus fuerzas al son de las cítaras, arpas, tambores, sistros y címbalos.
El ejército respondió: 'No, tú no debes ir, porque si nosotros nos damos a la fuga, nadie se fijaría en nosotros; pero tú eres como diez mil hombres entre nosotros. Y es mejor que te quedes en la ciudad para venir a socorrernos'.
Éstas son las últimas palabras de David: 'Oráculo de David, hijo de Jesé; oráculo del hombre enaltecido, del ungido del Dios de Jacob, del cantor de los cánticos de Israel.