Un día, Jonatán, hijo de Saúl, dijo a su escudero: 'Ven, pasemos hasta la guarnición de los filisteos, que está al otro lado'. Pero no dijo nada a su padre.
Saúl estaba en Guibeá, sentado bajo el tamarindo; tenía su lanza en la mano y todos sus servidores le rodeaban, cuando le anunciaron que David y sus hombres habían sido vistos.