Queridos míos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento viejo, que tenéis desde el principio: el mandamiento viejo es la palabra que habéis oído.
será para vosotros como un compatriota más, y lo amarás como a ti mismo, pues también vosotros fuisteis extranjeros en Egipto: yo, el Señor, vuestro Dios.
Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal y como es.