Acuérdate de cómo recibiste y oíste la palabra; guárdala y arrepiéntete. Porque, si no despiertas, caeré sobre ti como un ladrón, sin que sepas a qué hora te voy a sorprender.
Queridos míos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento viejo, que tenéis desde el principio: el mandamiento viejo es la palabra que habéis oído.
Que la palabra de Cristo viva entre vosotros con toda su riqueza. Enseñaos y aconsejaos unos a otros con talento. Con profundo agradecimiento cantad a Dios salmos, himnos y canciones religiosas.
Sabéis muy bien vosotros, filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia tuvo conmigo cuenta de 'haber' y 'debe', a no ser vosotros solos;