Caminaron y caminaron hasta llegar a Belén. Tan pronto entraron en el pueblo, toda la gente se sorprendió al verlas y se armó un gran alboroto. Las mujeres decían: «¡Miren, pero si es la dulce Noemí!»
Pero Rut le contestó: «No me pidas que te deje; ni me ruegues que te abandone. Adonde tú vayas iré, y donde tú vivas viviré. »Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios.
Por eso trató amablemente a José, lo puso a cargo de su casa y de todo lo que tenía. A partir de ese momento, y gracias a José, Dios bendijo a Potifar en todo, y él no se preocupaba ya de nada, más que de comer. Como José era muy guapo y atractivo,
Abram le contestó: —¡Dios y Rey mío! ¿Y para qué me vas a dar riquezas si no tengo hijos? Cuando me muera, ese extranjero que tengo por esclavo va a quedarse con todo lo que es mío. Pero Dios le aseguró: —Tu heredero será un hijo tuyo, y no tu esclavo Eliézer.
»Cuando se hizo de noche, el dueño le dijo al jefe de los trabajadores: “Llama a cada uno de los trabajadores y págales, comenzando por los últimos que vinieron, y terminando por los que vinieron primero.”
Me suplicó que la dejara recoger las espigas que se les caen a los trabajadores. Desde que llegó en la mañana, ha estado trabajando duramente, y apenas ahora está tomando un corto descanso en la choza.