Todos comieron y quedaron satisfechos. Y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas.
Así que el sirviente les dio de comer, y tal como Dios había dicho, sobró comida.
Los buenos comen hasta llenarse, pero los malvados se quedan con hambre.
¡Dios calma la sed del sediento, y el hambre del hambriento!
Más vale un pobre honrado que muchos ricos malvados.
Entonces Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, miró al cielo y los bendijo. Luego los partió y dio los pedazos a los discípulos, para que ellos los repartieran entre la gente.