Pero aquellos hombres se enojaron muchísimo y comenzaron a hacer planes contra Jesús.
La Junta Suprema los escuchó, y sus miembros se enojaron tanto que querían matarlos.
Y eso es lo malo de todo lo que se hace en esta vida: que todos tengamos un mismo final. Además, siempre estamos pensando en la maldad; nos pasamos la vida pensando tonterías, ¡y al fin de cuentas todos paramos en el cementerio!
Muchas veces los castigué en las sinagogas, para que dejaran de creer en Jesús. Tanto los odiaba que hasta los perseguí en otras ciudades.
Al escuchar esto, los de la Junta Suprema se enfurecieron mucho contra Esteban.
Pero Pedro y Juan les respondieron: —Dígannos, entonces: ¿debemos obedecerlos a ustedes antes que a Dios?
Los de la Junta ordenaron sacar de la sala a los acusados, y se pusieron a discutir entre ellos.
Los sacerdotes principales y los fariseos reunieron a la Junta Suprema, y dijeron: —¿Qué vamos a hacer con este hombre que hace tantos milagros?
Tiempo después, Jesús recorrió la región de Galilea. No quería ir a Judea porque los jefes judíos lo buscaban para matarlo.
Al oír eso, los que estaban en la sinagoga se enojaron muchísimo.
Cuando los sacerdotes principales y los fariseos escucharon estas comparaciones y ejemplos, se dieron cuenta de que Jesús hablaba de ellos.
Los discípulos comenzaron a hablar entre ellos, y decían: «Seguramente Jesús dijo eso porque no trajimos pan».
Y después de mirar a todos, Jesús le dijo al hombre: «Extiende la mano». El hombre la extendió, y la mano le quedó sana.
En aquellos días, Jesús subió a una montaña para orar. Allí pasó toda la noche hablando con Dios.