Pero ellos, entre asustados y contentos, no podían creer lo que estaban viendo. Entonces Jesús les preguntó: «¿Tienen algo de comer?»
Jesús les preguntó: —Amigos, ¿pescaron algo? —No —respondieron ellos.
Del mismo modo, ahora ustedes están tristes, pero yo volveré a verlos, y se pondrán tan felices que ya nadie les quitará esa alegría.
Si lo llamara, y él me respondiera, no creo que me prestaría atención.
Pero ellos no creyeron que Jesús estuviera vivo ni que María lo hubiera visto.
Estos dos discípulos fueron y les avisaron a los demás, pero tampoco les creyeron.
Luego, Jesús se les apareció a los once discípulos mientras ellos comían. Los reprendió por su falta de confianza y por su terquedad; ellos no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Mientras les decía eso, Jesús les mostraba sus manos y sus pies.
Ellos le dieron un pedazo de pescado asado,
Al reconocer la voz de Pedro, fue tanta su alegría que, en vez de abrir la puerta, se fue corriendo a avisarles a los demás.
Como también tenían unos cuantos pescaditos, Jesús dio gracias y mandó que los repartieran.