»Desde el principio, Dios había decidido que Jesús sufriera, y que fuera entregado a sus enemigos. Ustedes lo ataron y lo entregaron a los romanos, para que lo mataran.
Esos falsos maestros desearán tener más y más dinero, y lo ganarán enseñando mentiras. Pero Dios ya decidió castigarlos desde hace mucho tiempo, y no se salvarán de ese castigo.
Antes de que Cristo viniera al mundo, su Espíritu les enseñaba a los profetas lo que él debería sufrir aquí en la tierra, y también les enseñaba todo lo hermoso que sucedería después. Y los profetas intentaban descubrir quién sería el Mesías, y cuándo vendría al mundo.
Mientras yo estaba con ellos, los cuidé con el poder que me diste, y ninguno dejó de confiar en mí. El único que nunca creyó en mí fue Judas. Así se cumplió lo que dice la Biblia.
La Biblia dice claramente que yo, el Hijo del hombre, tengo que morir. Sin embargo, al que me traiciona va a pasarle algo muy terrible. ¡Más le valdría no haber nacido!
La Biblia dice claramente que yo, el Hijo del hombre, tengo que morir. Sin embargo, al que me traiciona va a pasarle algo muy terrible. ¡Más le valdría no haber nacido!
El Dios todopoderoso afirma: «¡Despiértate, espada, y mata a mi rey escogido! ¡Mata a mi mejor amigo! Así mi pueblo se dispersará y yo acabaré con sus descendientes.
»Haré que tú y la mujer, sean enemigas; pondré enemistad entre sus descendientes y los tuyos. Un hijo suyo te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón».
Porque Dios ha decidido ya el día en que juzgará a todo el mundo, y será justo con todos. Dios eligió a Jesús para que sea el juez de todos, y ha demostrado que esto es cierto al hacer que Jesús resucitara.»