Cuando Jesús pasó por allí, miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, bájate ahora mismo, porque quiero hospedarme en tu casa.»
’Yo estoy a tu puerta, y llamo; si oyes mi voz y me abres, entraré en tu casa y cenaré contigo.
Jesús le contestó: —Si alguien me ama, también me obedece. Dios mi Padre lo amará, y vendremos a vivir con él.
No se olviden de recibir bien a la gente que llegue a sus casas, pues de ese modo mucha gente, sin darse cuenta, ha recibido ángeles.
Natanael le preguntó: —¿Cómo es que me conoces? Jesús le respondió: —Me fijé en ti cuando estabas bajo la higuera, antes que Felipe te llamara.
También le pido a Dios que Jesucristo viva en sus corazones, gracias a la confianza que tienen en él, y que ustedes se mantengan firmes en su amor por Dios y por los demás.
Yo, el Hijo del hombre, he venido para buscar y salvar a los que viven alejados de Dios.
”Yo pasaba por ahí y la vi en el suelo, revolcándose en su propia sangre. Parecía una niña abandonada. Pensé que merecía una oportunidad,
Y todo lo que podamos hacer, hagámoslo con alegría. Vamos camino a la tumba, y allá no hay trabajo ni planes, ni conocimiento ni sabiduría.
Nosotros trabajamos para Dios. Por eso les rogamos que no menosprecien el amor que Dios les ha demostrado.
Allí vivía Zaqueo, un hombre muy rico que era jefe de los cobradores de impuestos.
Entonces corrió a un lugar por donde Jesús tenía que pasar y, para poder verlo, se subió a un árbol de higos.
Zaqueo bajó enseguida, y con mucha alegría recibió en su casa a Jesús.