Si el otro siguiera insistiendo, de seguro el vecino le daría lo que necesitara, no tanto porque aquel fuera su amigo, sino para no ser avergonzado ante el pueblo.
Reciban saludos de Epafras, un servidor de Jesucristo que también pertenece a la iglesia de ustedes. Él siempre ora por ustedes, y pide a Dios que los ayude, para que sigan confiando firmemente en Cristo y se mantengan cumpliendo la voluntad de Dios, sin cometer ninguna falta.
Yo quiero que sepan que estoy luchando mucho, tanto por ustedes, los de la iglesia en el pueblo de Laodicea, como por los que no me conocen personalmente.
Supongamos también que el vecino le responda así: “¡No me molestes! La puerta ya está cerrada con llave, y mi familia y yo estamos acostados. No puedo levantarme a darte los panes.”
Ella estuvo llorándole el resto de la semana. Y tanto insistió que el último día Sansón le dio la respuesta. Entonces ella se la dio a conocer a los jóvenes.