Esos hombres no pueden ver a una mujer sin desear tener relaciones sexuales con ella; ¡nunca se cansan de pecar! Engañan a los que no confían mucho en Cristo, y son muy buenos para conseguir lo que desean. Pero Dios los castigará. ¡De eso no hay duda!
Dios mi Padre me envió. Y si mi Padre no lo quiere, nadie puede ser mi seguidor. Y cuando llegue el fin, yo haré que mis seguidores vuelvan a vivir, para que estén con Dios para siempre.
Esto sucedió porque tenía que cumplirse lo que había escrito el profeta Isaías: «Dios mío, ¿quién ha creído en nuestro mensaje? ¿A quién le has mostrado tu poder?»