¡Miren! Dios el Padre nos ama tanto que la gente nos llama hijos de Dios, y la verdad es que lo somos. Por eso los pecadores de este mundo no nos conocen, porque tampoco han conocido a Dios.
Ahora, como ustedes son sus hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a vivir en ustedes. Por eso, cuando oramos a Dios, el Espíritu nos permite llamarlo: «Papá, querido Papá».
»El que cree en mí, que soy el Hijo de Dios, no será condenado por Dios. Pero el que no cree ya ha sido condenado, precisamente por no haber creído en el Hijo único de Dios.
yo les daré algo mejor que tener hijos e hijas: haré que el nombre de ellos quede grabado para siempre en los muros de mi templo. Les daré un nombre eterno que nunca será borrado.
Pero las cosas que aquí se dicen se escribieron para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que así, por medio de su poder reciban la vida eterna.
10 (2.1) Pero un día los del reino de Israel volverán a ser como la arena del mar, que no se puede contar. »Cuando llegue ese día, ya no volveré a decirles: “Ustedes no son mi pueblo”; al contrario, les diré: “Ustedes son mi pueblo, porque yo soy el Dios de la vida”.
Además, nos ha dado todas las cosas importantes y valiosas que nos prometió. Por medio de ellas, ustedes podrán ser como Dios y no como la gente pecadora de este mundo, porque los malos deseos de esa gente destruyen a los demás.
»Pueblo de Israel, yo quise tratarte como a un hijo. Pensé en regalarte la mejor tierra, ¡el país más hermoso del mundo! Creí que me llamarías “Padre”, y que siempre estarías a mi lado.
Queridos hermanos, ¡nosotros ya somos hijos de Dios! Y aunque todavía no sabemos cómo seremos en el futuro, sí sabemos que, cuando Jesucristo aparezca otra vez, nos pareceremos a él, porque lo veremos como él es en realidad.