los jefes de los amonitas le dijeron a Hanún: «¿De veras cree Su Majestad que David envió a sus mensajeros para consolarlo? ¡Claro que no! ¡Los envió como espías, para que luego pueda conquistar nuestra ciudad!»
Una noche, Pedro estaba durmiendo en medio de dos soldados y atado con dos cadenas. Afuera, los demás soldados seguían vigilando la entrada de la cárcel. Era un día antes de que Herodes Agripa presentara a Pedro ante el pueblo.
los jefes de los amonitas le dijeron a Hanún: «¿De veras cree Su Majestad que David envió a sus mensajeros para consolarlo? ¡Claro que no! ¡Los envió como espías, para luego conquistar nuestra ciudad!»
Entonces abrieron la cueva y le llevaron a los reyes de Jerusalén, Hebrón, Jarmut, Laquis y Eglón. Josué llamó a todo el ejército israelita y ordenó a sus oficiales: «Acérquense y pónganles el pie en el cuello a estos reyes». Así lo hicieron,
«Como este hombre me ofendió, debes sacarlo del campamento. Todos los que oyeron cómo me ofendió deberán poner las manos sobre su cabeza y matarlo a pedradas.
Como a los tres meses, alguien fue a decirle a Judá: —Seguramente tu nuera Tamar ha tenido relaciones con alguien, pues resulta que está embarazada. Entonces Judá exclamó: —¡Échenla fuera, y quémenla viva!
Al llegar los hombres de Absalón a la casa, le preguntaron a la mujer dónde estaban Ahimaas y Jonatán. Ella les dijo que habían cruzado el arroyo. Y como los buscaron y no pudieron encontrarlos, regresaron a Jerusalén.