Jonás respondió: —Soy hebreo y adoro a nuestro Dios, soberano y creador de todas las cosas. Lo que está pasando es culpa mía, pues estoy huyendo de él.
Luego el pueblo oró así: «Tú eres el único Dios verdadero. Tú hiciste el cielo y las estrellas, y lo que está más allá del cielo. Hiciste la tierra, los mares y todo lo que hay en ellos. Tú das vida a todo lo que existe, y las estrellas del cielo te adoran.
En aquel tiempo, Abram el hebreo vivía junto al bosque de un hombre llamado Mamré. Este hombre era amorreo, y tenía dos hermanos, Escol y Aner. Los tres eran amigos de Abram. Cuando uno de los que habían escapado de la batalla vino y le contó a Abram
En ese mismo instante hubo un gran terremoto, que destruyó la décima parte de la ciudad, y siete mil personas murieron. Los sobrevivientes tuvieron mucho miedo y alabaron a Dios, que está en el cielo.
me circuncidaron a los ocho días de nacido, pertenezco a la nación de Israel, y soy de la tribu de Benjamín; ¡soy más hebreo que muchos hebreos! En cuanto a cumplir la ley, pertenecí al grupo de los fariseos.
«¡Oigan! ¿Por qué hacen esto? Nosotros no somos dioses, somos simples hombres, como ustedes. Por favor, ya no hagan estas tonterías, sino pídanle perdón a Dios. Él es quien hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos.
Después de esto, se arrepentirán. Cuando llegue el tiempo del fin, volverán a obedecer a Dios y pedirán sus bendiciones, y también seguirán el ejemplo del rey David.
»Sin embargo, en esos días el Dios del cielo enviará a un rey que reinará para siempre, y al que nadie podrá vencer. Al contrario, será él quien destruya a los otros reinos.
nos respondieron lo siguiente: “Nosotros adoramos al Dios todopoderoso, y estamos reconstruyendo el templo que fue edificado hace muchos años por un gran rey de Israel.
llamó a gritos a los sirvientes y les dijo: —¡Miren, este hebreo que trajo mi esposo ha venido a burlarse de nosotros! Se metió aquí y quiso violarme, pero yo me puse a gritar con todas mis fuerzas.
Había en Egipto dos mujeres que ayudaban a las madres israelitas cuando iban a tener un hijo. Una de ellas se llamaba Sifrá, y la otra se llamaba Puá. Las dos eran hebreas. El rey de Egipto las llamó y les dijo:
Al día siguiente Moisés volvió a salir, y al ver que dos israelitas se estaban peleando, le dijo al que golpeaba al otro: —¿Por qué le pegas a uno de tu propio pueblo?
Cuando el Dios del cielo me pidió que dejara la casa de mi padre y mi país, me prometió bajo juramento que esta tierra se la daría a mis descendientes. Así que él enviará delante de ti a su ángel, para que encuentres allá una esposa para mi hijo.