¡También te piden ayuda los animales del campo, pues los arroyos están secos y el fuego ha acabado con los pastos!
A esa hora rugen los leones, y te reclaman su comida.
Pero tiempo después el arroyo se secó, pues había dejado de llover en el país.
Dios alimenta a los animales salvajes y a los polluelos de los cuervos, cuando le piden de comer.
Los ojos de todos están fijos en ti; esperando que los alimentes.
Tú no alimentas a los cuervos, cuando sus polluelos andan perdidos y me piden de comer.
Ahab le dijo a Abdías: «Vamos a recorrer todo el país en busca de ríos o manantiales. Tal vez encontremos pasto para los caballos y las mulas, y así los mantendremos con vida. Si no encontramos nada, nuestros animales morirán».
Los campesinos se preocupan y se agarran la cabeza, porque el suelo está reseco y no ha llovido en el país.
Los profetas que vivieron antes que nosotros anunciaron que habría guerra, hambre y enfermedades en muchas naciones y en grandes reinos.
¡Mugen nuestras vacas y balan nuestras ovejas! ¡Los ganados se mueren de hambre porque ya no encuentran pastos!