»Los habitantes de este país son gente malvada; no saben lo que es ser fieles, ¡no saben hacer lo bueno, solo cometen injusticias! Por eso la tierra está bajo maldición: los pastos se han secado, y la tierra es un desierto.
No hay uno solo de ellos que sea fiel en su matrimonio; se parecen a un horno caliente, al que no hace falta calentarlo más: el panadero solo tiene que esperar a que fermente la masa.
Jeremías le dijo a Dios: «Dios mío, en todos mis pleitos contigo, tú siempre sales ganando; pero de todas maneras, insisto en mis demandas. ¿Por qué prosperan los malvados? ¿Por qué viven tranquilos los traidores?
Ustedes no aman a Dios, ni lo obedecen. ¿Pero acaso no saben que hacerse amigo del mundo es volverse enemigo de Dios? ¡Pues así es! Si ustedes aman lo malo del mundo, se vuelven enemigos de Dios.
¡Todos en Judá y en Israel hemos sido infieles a Dios! ¡Todos hemos hecho actos vergonzosos en Jerusalén, en el templo mismo que Dios tanto ama! Los hombres de Judá se casan con mujeres que adoran a otros dioses,
Se han portado como una adúltera: me engañaron adorando a otros dioses, y sus descendientes ya no serán mi pueblo. Por eso, muy pronto, tanto ustedes como sus campos serán destruidos.
Murieron también todos los israelitas de su época; por eso los que nacieron después no sabían nada acerca del Dios verdadero ni de lo que él había hecho en favor de los israelitas.
Dios dijo: «Vayan por las calles de Jerusalén; miren bien por las plazas, y busquen a una sola persona buena, que haga justicia y diga la verdad. Si la encuentran, entonces yo perdonaré a la ciudad.