Ya todo el mundo sabe que uno de ustedes está viviendo con su madrastra, como si viviera con su esposa. ¡Eso está muy mal! ¡Ni siquiera los que no son cristianos hacen algo así!
Vendrá en barcos un ejército del oeste, y lo atacará. Esto le dará tanto miedo que lo hará huir. Entonces les hará caso a quienes, por estar a su servicio, no cumplieron con el tratado de paz. Será tanto su odio que hará cosas terribles en contra de ese tratado.
Tus remos eran de roble, fina madera del monte de Basán. Las tablas de tu cubierta eran de ciprés traído de Chipre. Todas ellas estaban adornadas con incrustaciones de marfil.
Todos los que veían esto decían: «¡Nunca hemos visto algo así! Nunca, desde que nuestro pueblo salió de Egipto, ha ocurrido algo parecido. Tenemos que hacer algo, pero pensémoslo bien antes de actuar».
Y se les contestará: “Porque Israel abandonó a su Dios, quien lo había sacado de Egipto. Su pueblo obedeció y adoró a otros dioses. Por eso Dios ha traído todo este mal sobre ellos”».
El rey de Babilonia había vencido a las tribus de Quedar y de Hasor. Acerca de ellas, Dios dijo: «¡Soldados de Babilonia, ataquen a la nación de Quedar! ¡Maten a esa gente del oriente!
Entonces atacará las ciudades que están a la orilla del mar, y a muchas de ellas las conquistará. Pero un jefe del ejército terminará con esto, y pondrá en vergüenza al rey del norte.
Dios le mostró a Isaías lo que haría contra la ciudad de Tiro: «Los marineros de Tarsis están tristes: desde la isla de Chipre les ha llegado una terrible noticia; la ciudad de Tiro ha sido destruida y el puerto ha quedado en ruinas.