Ahora bien, como Dios no miente, su promesa y su juramento no pueden cambiar. Esto nos consuela, porque nosotros queremos que Dios nos proteja, y confiamos en que él nos dará lo prometido.
Ese mismo día, el rey dedicó a Dios el patio interior del templo. Allí ofreció los sacrificios de animales, las ofrendas de cereales y la grasa de las ofrendas de paz. No presentó estas ofrendas en el altar de bronce que está delante del templo, porque el altar era pequeño y las ofrendas no cabían.
El general Joab estaba de parte de Adonías, aunque no había apoyado a Absalón. Cuando Joab se enteró de lo que dijo Salomón, huyó al santuario de Dios y se agarró de los cuernos del altar en busca de protección.
Cuando él salga de allí, irá hasta mi altar y lo purificará. Mojará su dedo en la sangre del ternero y del chivo, y untará cada una de las puntas del altar,
y Moisés lo mató. Enseguida mojó su dedo en la sangre, y la untó en cada extremo del altar; luego derramó la sangre sobre la base del altar, y así lo consagró y lo purificó.
Después pondrá un poco de sangre en las puntas del altar del incienso, dentro del santuario. El resto de la sangre lo derramará sobre la base del altar que está a la entrada de la Carpa.
Los descendientes de Quehat tenían a su cargo el cofre del pacto, la mesa del pan consagrado a Dios, el candelabro, los altares, la cortina del Lugar Santísimo y todo lo que se usaba para el culto a Dios.
Después de esto, Ahaz quitó el altar de bronce que estaba frente al templo de Dios y lo puso a un lado, y en su lugar puso el altar que había mandado a construir.
»Yo mismo cuidaré de mi pueblo; así ellos destruirán las armas enemigas, y ofrecerán un gran banquete para celebrar su victoria. Beberán hasta emborracharse; llenarán de vino sus copas, como se llenan de sangre los tazones que se derraman sobre el altar.