¡Vamos, date prisa y llévame contigo! ¡Llévame ya a tus habitaciones, rey de mi vida! Por ti haremos fiesta, por ti estaremos alegres; nos olvidaremos del vino y disfrutaré de tus caricias. ¡Ahora me doy cuenta por qué las mujeres te aman tanto!
5 (6) ¡Lanzaremos gritos de alegría cuando Dios te conceda la victoria, y alabando a nuestro Dios haremos ondear las banderas! ¡Que Dios te conceda todo lo que pidas!
4-5 (6-7) Nosotros te somos fieles: ¡respóndenos! ¡Sálvanos con tu poder! ¡Dinos qué debemos hacer para escapar de las flechas! Así este pueblo que amas quedará a salvo.
Ya estoy dentro de mi jardín, amada mía; y encuentro en él bálsamo y mirra. Allí pruebo la miel de mi panal, y bebo vino y leche. ¡Vamos, amigos, coman y beban! ¡Queden saciados de amor!
El rey Asuero se levantó de la mesa muy enojado, y salió al jardín para calmarse. Cuando Amán se dio cuenta de que el rey estaba decidido a matarlo, se quedó en la sala para rogarle a la reina que lo salvara.