Después vino otro ángel con un tazón de oro, y en ese tazón pusieron mucho incienso, para que lo ofreciera ante el altar junto con las oraciones del pueblo de Dios.
El templo se llenó con el humo que salía de la grandeza y del poder de Dios. Y a nadie se le dejaba entrar en el templo antes de que llegaran las siete plagas terribles que llevaban los siete ángeles.
»También quiero que hagas un altar de madera de acacia para quemar incienso en él. Hazlo cuadrado, de cuarenta y cinco centímetros por lado y noventa centímetros de alto. Ponle en cada esquina un gancho en forma de cuerno. Todo el altar debe ser de una sola pieza,
Cornelio sintió miedo, pero miró fijamente al ángel y le respondió: «¿Qué desea mi Señor?» El ángel le dijo: «Dios ha escuchado tus oraciones, y está contento con todo lo que haces para ayudar a los pobres.