Salió entonces un caballo rojizo. Y Dios le dio permiso al jinete de acabar con la paz del mundo, y de hacer que unos a otros se mataran. Y le dieron una gran espada.
«Quien deba ir a la cárcel, a la cárcel será llevado; y quien deba morir por la espada, a filo de espada morirá.» Esto significa que el pueblo de Dios debe aprender a soportar los sufrimientos, y a seguir confiando en Dios.
Luego me di cuenta de que la mujer se había bebido el vino y se había emborrachado con él. Ese vino representa la sangre del pueblo de Dios y de los que fueron asesinados por mantenerse fieles a Jesús. Esta visión me sorprendió mucho,
Luego, en la visión que me mostró el Espíritu de Dios, el ángel me llevó al desierto. Allí vi a una mujer sentada sobre un monstruo de color rojo. Este monstruo, de siete cabezas y diez cuernos, tenía escritos por todo el cuerpo nombres que ofendían a Dios.
¡Vamos, Dios mío! ¡Enfréntate a ellos y derrótalos! ¡Echa mano a la espada y sálvame de esos malvados! ¡Sálvame con tu poder! ¡Sálvame de esta gente que todo lo tiene! Mándales todos los castigos que les tienes reservados, pero castiga también a sus hijos y a sus nietos.
»Ustedes oirán que en algunos países habrá guerras, y que otros países están a punto de pelearse. Pero no se asusten; esas cosas pasarán, pero todavía no será el fin del mundo.