Entonces oí otra voz del cielo, que decía: «Ustedes son mi pueblo. Salgan de Babilonia, y no pequen como ella, para que no caigan sobre ustedes las terribles plagas que le vendrán.
»¡Salgan ya de Babilonia! ¡Sálvese quien pueda! ¡No tienen por qué morir por culpa de los babilonios! Finalmente ha llegado la hora en que voy a vengarme de ellos. ¡Voy a darles su merecido!
»Ustedes, pueblo mío, no tengan miedo ni se desanimen por los rumores que se escuchan; todos los años hay nuevos rumores, abunda la violencia en el país, y todos los gobernantes se pelean. ¡Salgan ya de Babilonia, y pónganse a salvo de mi enojo!
Antes de nombrar a alguien para el servicio a Dios, piénsalo bien. Porque, si esa persona hace algo malo, tú serás también responsable de lo que haga. Tú mismo debes apartarte del mal.
Isaías les dijo a los israelitas: «¡Salgan ya de Babilonia, huyan de ese país! ¡Anuncien su liberación con gritos de alegría! Griten por todas partes: “¡Dios ha puesto en libertad a Israel, su fiel servidor!”
»Ustedes, los de Judá, que escaparon con vida cuando Jerusalén fue conquistada, y ahora viven en lejanas tierras, ¡salgan ya de Babilonia! Aunque vivan lejos, recuérdenme, y no se olviden nunca de Jerusalén.
Lot salió de la casa para hablar con los novios de sus hijas, y les dijo: —¡Apúrense! ¡Salgan de la ciudad, porque Dios está a punto de destruirla! Sus futuros yernos pensaron que Lot estaba bromeando,