Luego los siguió un tercer ángel, que decía con fuerte voz: «Si alguno adora al monstruo o a su estatua, o deja que le pongan su marca en la frente o en la mano,
El humo del fuego que lo hará sufrir nunca dejará de subir, pues los que adoran al monstruo y a su estatua, y tienen la marca de su nombre, nunca dejarán de sufrir, ni de día ni de noche.»
El primer ángel fue y vació su copa sobre la tierra, y a todos los que tenían la marca del monstruo y adoraban su estatua les salió una llaga terrible y dolorosa.