Espero firmemente no hacer nada que pueda avergonzarme. Al contrario, sea que yo viva o muera, quiero portarme siempre con valor para que, por medio de mí, la gente hable de lo maravilloso que es Cristo.
No me preocupa si tengo que morir. Lo que sí quiero es tener la satisfacción de haber anunciado la buena noticia del amor de Dios, como me lo ordenó el Señor Jesús.
31-32 (32-33) Barzilai era un hombre rico de Galaad, que ya tenía ochenta años. Cuando David estuvo en Mahanaim, Barzilai le había dado de comer. Ahora había venido desde Roguelim hasta el Jordán, para acompañar al rey y despedirse de él.