El rey le preguntó: —¿Qué te pasa? Y ella contestó: —¡Mi marido se murió y me he quedado viuda!
Dios oyó los gritos del niño, y llamó a Agar desde el cielo y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No tengas miedo, ya escuché los gritos del niño.
Cuando llegó ante David, se inclinó hasta el suelo en señal de respeto, y le dijo: —¡Ayúdeme usted, Su Majestad!
Además, yo tenía dos hijos, pero un día se pelearon en el campo y, como nadie los separó, uno mató al otro.
Tan pronto como Judá se marchó, ella se quitó el velo y volvió a ponerse las ropas de luto.