Al contrario, llamó a uno de sus sirvientes y le ordenó: «Saca de aquí a esta mujer, y luego cierra bien la puerta».
Ella le suplicaba: —¡No, hermano mío, no me despidas así! Si lo que has hecho ya es malo, echarme de aquí será peor. Pero Amnón no le hizo caso.
El sirviente echó de la casa a Tamar, y luego cerró la puerta. Tamar llevaba puesto un vestido largo y de colores, pues así se vestían las hijas de los reyes de Israel que todavía eran solteras.