Ella le suplicaba: —¡No, hermano mío, no me despidas así! Si lo que has hecho ya es malo, echarme de aquí será peor. Pero Amnón no le hizo caso.
Sin embargo, cuando terminó la despreció más de lo que antes la había deseado. Entonces le gritó: —¡Lárgate de aquí!
Al contrario, llamó a uno de sus sirvientes y le ordenó: «Saca de aquí a esta mujer, y luego cierra bien la puerta».