David les contestó: —Mientras el niño aún vivía, yo no comía y lloraba porque creía que Dios me tendría compasión y sanaría a mi hijo.
El capitán se le acercó y le dijo: —¡Qué haces aquí, dormilón! ¡Levántate y pide ayuda a tu dios! ¡Tal vez nos salve al ver que estamos en peligro!
»¡Tal vez Dios decida perdonarnos! ¡Tal vez nos dé en abundancia vino y cereal para las ofrendas!
Reúnan en el templo a los israelitas y a sus jefes, para que ayunen y oren a Dios.
Sus consejeros le preguntaron: —¿Por qué hace esto Su Majestad? Cuando el niño aún vivía, usted no comía y lloraba mucho por él, y ahora que ha muerto, ¡usted se levanta y se pone a comer!
«Dios mío, no te olvides de que yo siempre he sido sincero contigo, y te he agradado en todo». Luego Ezequías lloró con mucha tristeza.