Al día siguiente, por la mañana, Samuel subió a la azotea y le dijo a Saúl: «Levántate ya, que tienes que regresar a tu casa». Saúl se levantó y salió de la casa con Samuel. Cuando ya iban a salir de la ciudad,
En cuanto el sirviente se fue, Samuel sacó un frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl; luego le dio un beso y le dijo: «Hoy te ha elegido Dios para que seas rey de su pueblo.