Entonces David le consultó a Dios: —Dios de Israel, sé que Saúl va a venir a Queilá, y que por mi culpa va a matar a toda la gente.
El gobernante malvado que maltrata a un pueblo pobre es como un león hambriento que despedaza a su presa.
Y al saber que Mardoqueo era judío, decidió castigarlo a él y destruir a todos los judíos que vivían en el reino de Asuero.
Además, fue a la ciudad de Nob, donde vivían los sacerdotes, y mató a hombres, mujeres, niños y recién nacidos, y a todo el ganado.
Supongamos que en la ciudad se encuentran cincuenta personas buenas. ¿No perdonarías, por esas cincuenta personas, a todos los que allí viven?
Cuando David supo que otra vez Saúl quería matarlo, llamó a Abiatar y le pidió llevar el chaleco.
¡Dime si esto es verdad! —Es verdad —contestó Dios—. Saúl vendrá.