Cada año Elcaná y su familia salían de su pueblo para ir al santuario de Siló. Allí adoraban al Dios todopoderoso y presentaban ofrendas en su honor. Allí también trabajaban dos hijos del sacerdote Elí, llamados Hofní y Finees.
Al año siguiente, cuando llegó el tiempo de ir al santuario para presentar la ofrenda acostumbrada, Elcaná fue a Siló con toda su familia para cumplir su promesa.