Entonces Samuel le dijo a todo el pueblo: —¡Aquí tienen al hombre elegido por Dios para que sea su rey! ¡No hay nadie que se le compare! Los israelitas gritaron a una voz: «¡Viva el rey!»
En cuanto el sirviente se fue, Samuel sacó un frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl; luego le dio un beso y le dijo: «Hoy te ha elegido Dios para que seas rey de su pueblo.