Señor, ¿acaso no buscan tus ojos la verdad? Golpeaste a esa gente, y no les dolió, acabaste con ellos, y no quisieron ser corregidos. Endurecieron su rostro más que una roca, y no quisieron arrepentirse.
El Señor dice: «Este pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Su adoración no es más que un mandato enseñado por hombres.
»Pero fueron desobedientes: se rebelaron contra ti, rechazaron tu ley, mataron a tus profetas que los convocaban a volverse a ti; ¡te ofendieron mucho!
Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura.
»”Jerusalén, yo he querido purificarte de tu infame lujuria, pero no has dejado que te purifique. Por eso, no quedarás limpia hasta que se apacigüe mi ira contra ti.
»Por eso, así dice el Señor Dios Todopoderoso, el Dios de Israel: “Voy a enviar contra Judá y contra todos los habitantes de Jerusalén todas las calamidades que ya les he anunciado, porque les hablé y no me obedecieron; los llamé y no me respondieron”».
«Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: “Ve y dile a toda la gente de Judá y Jerusalén: ¿No podéis aprender esta lección, y obedecer mis palabras? —afirma el Señor—.
¡Ay de los que descienden a Egipto en busca de ayuda, de los que se apoyan en la caballería, de los que confían en la multitud de sus carros de guerra y en la gran fuerza de sus jinetes, pero no tienen en cuenta al Santo de Israel, ni buscan al Señor!
Los sirios en el este y los filisteos en el oeste se comieron a Israel de un solo bocado. A pesar de todo esto, la ira de Dios no se ha aplacado; ¡su mano aún sigue extendida!