Subieron por el Néguev y llegaron a Hebrón, donde vivían Ajimán, Sesay y Talmay, descendientes de Anac. (Hebrón había sido fundada siete años antes que la ciudad egipcia de Zoán).
Los jefes de Zoán no son más que unos necios; los consejeros más sabios le dan a Faraón consejos insensatos. ¿Cómo se les ocurre decirle: «Yo soy uno de los sabios, discípulo de los antiguos reyes»?
Los jefes de Zoán se han vuelto necios; los jefes de Menfis se dejaron engañar. Las piedras angulares de sus pueblos han hecho que Egipto pierda el rumbo.
Pasado algún tiempo, David consultó al Señor: ―¿Debo ir a alguna de las ciudades de Judá? ―Sí, debes ir —le respondió el Señor. ―¿Y a qué ciudad quieres que vaya? ―A Hebrón.
Además de Hebrón (ciudad de refugio para los acusados de homicidio), a los descendientes del sacerdote Aarón se les asignaron las siguientes poblaciones con sus campos de pastoreo: Libná,
Esa gente es poderosa y de gran estatura; ¡son los anaquitas! Tú ya los conoces y sabes que de ellos se dice: “¿Quién puede oponerse a los descendientes de Anac?”